sábado, 25 de junio de 2011

Galápagos "Las Islas del Paraíso"

















Qué hacen tantos animales milenarios juntos en el Archipiélago de Galápagos, por qué en ninguna otra parte del mundo y el universo mismo puede hallárseles; cómo es posible que los lobos marinos, el pájaro tropical, el piquero de patas azules, el pingüino, el albatros ondeado, los pinzones, las miles de iguanas, los tiburones, las tortugas gigantes, el pez ángel, los cormoranes no voladores y los cientos de ballenas se acerquen al hombre, el más grande depredador de la tierra, como si fuera un hermano más.

Una de dos: o es un sueño del viajero, perdido en los mares sagrados de la mente, o realmente las islas Galápagos, escenario natural donde el naturalista Charles Darwin descubrió las claves de la teoría de la evolución, son la prueba real de que se puede estar en el paraíso sin cruzar la frontera inexplicable de la muerte.

La fascinación y la transformación interna de quienes visitan esta remota región del Pacífico ecuatoriano produce reacciones complejas. No falta el turista que al final de la expedición, luego de filmar o fotografiar a cientos de animales de mar, cielo y tierra; de congelar en sus imágenes la claridad del agua, los profundos abismos marinos, los cráteres volcánicos, la lava petrificada en paredes de cientos de metros o la noche infinita con su carga de estrellas, decida arrojar sus cámaras al mar, pues ninguna fotografía ni ningún video son suficientes para contarles al resto de los mortales lo que allí se vive.

Todo en Galápagos es paradoja. Cómo es posible tanta vida, si el suelo terrestre y marino de las islas son el resultado de uno de los más grandes y recientes cataclismos del planeta; numerosos volcanes rugiendo al mismo tiempo hasta apartar las aguas del mar y dar forma a las islas la Isabela, la más grande de todas, 5.888 km; San Cristóbal, San Salvador, La Española, Pinzón, Floreana, Pinta, Genoveva, Marchena, Fernandina y muchas otras, algunas de ellas a cientos de kilómetros de las demás.

Los mismos visitantes humanos son una paradoja. Que del centenar de viajeros del crucero M/N Santa Cruz, por lo general, más de 90 sean noruegos, franceses, alemanes, ingleses, americanos... viajeros que tienen que dar la vuelta al mundo antes de llegar a Ecuador, y solo una minoría hable español, cuando las islas están al alcance de un colombiano con salario medio e incluso, el viaje salga más barato que algunos destinos nacionales.

Las islas están a mil kilómetros del continente, 2 horas 20 minutos en un avión de Copa Airlines, que hace el recorrido Quito-isla de San Cristóbal, con turistas. Lo único escaso en el archipiélago es agua potable, tanto que en las largas sequías, las aves esperan atentas a que las iguanas se despidan de su orina para tener algo que beber. Claro que el visitante encuentra agua potable en abundancia.

Todo puede suceder a quien con una careta y un esnórquel se sumerja en los arrecifes galapagueños. Patricia Duarte y Adriana Garzón, bogotanas, que ya marcan con el cuatro, retrasaron toda una expedición pues no había quién las sacara del agua jugando, como niñas, con las lentas tortugas y los lobos marinos en un acantilado.

Narra un buzo de pulmón libre y que hoy es el médico del crucero M/N Santa Cruz -en el que EL COLOMBIANO recorrió miles de kilómetros de esas aguas e islas-, que una mañana de mucha luz, se extasiaba buceando entre peces, lobos y tortugas marinas. De pronto, de un momento a otro, la luz del mar se apagó. Pasaron unos instantes de sorpresa y luego vivió un acto que marcó su vida. Nadie había apagado la luz del mar, simplemente, sobre la superficie marina navegaban unos cien cachalotes, de más de 17 metros cada uno.

Entre dos enormes cetáceos, el médico encontró la hendija por la que logró sacar su esnórquel para respirar. Los días siguientes los pasó en un intenso proceso de reflexión interior. Lo cierto fue que el médico jamás volvió a bucear.

Iguanas Marinas.
Iguanas Marinas.
Leones Marinos.
Leones Marinos.
Albatroz
Albatroz.





El cachalote es un mamífero (ballena) considerado una suerte de mama santa de las aguas, que jamás atacará a hombre alguno.

Así son las historias de Galápagos, increíbles y maravillosas. Nadie amenaza a nadie ni se siente amenazado por nadie. El hombre es un visitante más. Como si se tratara de un insecto, un cucube (sinsonte de galápagos) puede posarse sobre tu hombro o tu cabeza mientras caminas.

A la orilla de los senderos, las aves hacen sus nidos y para nada se alteran con la presencia de los visitantes que van siempre orientados por los naturalistas del San José.

Al desembarcar en las playas o sumergirse en el mar, numerosos animales te saludan y observan como si fueras uno más de su especie. Bajo el agua, los lobos marinos, juguetones como ninguno, pueden morder y tirar de las aletas del nadador como para decirte "Hola, juguemos...".

Un tiburón de varios metros se pone al alcance de tus manos para observarte. Si le resulta curioso y cuentas con buena suerte, una ballena orca puede interponerse entre el buzo de superficie y el acantilado. Seguro que contemplará con asombro tu terror y dirá para sí: "este de qué se asusta".

En el archipiélago de Galápagos todo parece repetirse, pero nada se repite. Un buen observador, que viaje de isla en isla, podrá descubrir diferencias entre animales de la misma especie debido al tipo de comida o al rigor del medio ambiente en la región.

Muchas cosas quedan de un viaje a Galápagos: un recuerdo imborrable y la prueba absoluta de que sí es posible un mundo donde el hombre y los animales de todas las especies, vivan en completo y total equilibrio. La prueba de que existió el paraíso, Adán, Eva, la serpiente antes de la manzana y la mano amiga del Creador por todos lados.


Tomado de: http://www.elcolombiano.com


Para mas informacion sobre las Islas Galapagos visita www.visitecuador.com.ec

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